domingo, 20 de febrero de 2011

Jaén, capital del Paraiso Interior



Jaén, capital del paraíso interior.

Hace honor a esta realidad por ser la provincia de España con mayor número de espacios naturales protegidos. Culta, moderna, emprendedora y hospitalaria…

Jaén es una de esas provincias españolas olvidadas. Quizá es uno de los más importantes lugares de paso de toda nuestra geografía: gran parte de los millones de visitantes que recibe Andalucía todos los años pasan por su territorio, ya sea en coche, tren, bicicleta, etc..., es la puerta de Andalucía.

La capital, Jaén, es una de las ciudades más antiguas de España. Su fisonomía es curiosa, apostada al pie del Cerro de Santa Catalina, y expandiéndose siempre hacia abajo, muy cuesta abajo, de forma que puede ir desde el casco antiguo hasta la parte de la Universidad en punto muerto y teniendo que usar bastante el freno... de hecho tiene hasta 400 metros de desnivel en su casco urbano.

De Jaén sorprenden varias cosas:

  • Su Catedral es una de las más bonitas de España, joya del Renacimiento español,s in embargo mucha gente en nuestro país ni siquiera lo sabe o la ha visto alguna vez en fotos o vídeos. De hecho, también guarda en ella algunas leyendas relacionadas con antiguas sociedades secretas, y por supuesto el Santo Rostro.

  • El Santuario de Nuestro Padre Jesús Nazareno se encuentra en la Iglesia de San José, del desaparecido convento de los Carmelitas Descalzos, de Jaén. En su interior se encuentra el Camarín de Jesús, lugar en el que se venera la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, más conocido como El Abuelo.
  • Su judería y su barrio morisco podrían ser comparables perfectamente a los de Córdoba o Granada, y sin embargo pasan desapercibidos para muchos turistas que no vienen a verlos, de hecho los Baños Árabes de Jaén son los más grandes que se conservan en Europa.

  • La visión desde la ciudad, de su Castillo de Santa Catalina coronando un gran cerro, y la contemplación de la propia ciudad desde ese mismo cerro, son un impresionante espectáculo que nadie debería perderse.
Con todo esto, no deberíamos estar hablando de una desconocida, de una olvidada, de una dejada de la mano de Dios, y quizá no es momento de culpar a nadie, pero los jiennenses tenemos bastante culpa de ello.

Mi recomendación sería ir al Castillo y dar un precioso paseo hasta la cruz, desde donde, tras jurarse amor eterno, o hacerse una fotografía inolvidable con Jabalcuz de fondo,  podemos ver extenderse ante nuestros ojos esta magnífica ciudad. Para luego perderse por su judería hasta llegar al Palacio de Villadompardo (donde están los Baños Árabes), , podrían bajar al centro y tomar buenas tapas alrededor de la Catedral., sobre todo en la Taberna "El Gorrión". Sin duda que en Jaén podemos pasar  días muy interesantes, y para ser un "pueblo grande" de poco más de 120.000 habitantes, me parece que tiene bastante que mostrarnos.

Escuchemos el Himno a Jaén, compuesto por el Maestro Emilio Cebrián.




Jaén en Imágenes

Nuestra ruta




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Comenzaremos nuestra andadura en la puerta del IES Auringis, para coger el autobús dirección al Castillo de Santa Catalina, donde podremos apreciar desde la Cruz toda la ciudad de Jaén. 

Volvemos a montarnos en el autocar para desplazarnos al Camarín de Jesús, sede de la imagen de Nuestro Padre Jesús "El Abuelo". 

Después y ya a pié nos dirigimos hacia la Catedral de la Asunción, donde apreciaremos esta Magna obra de Andrés de Vandelvira.

A través de la Calle Maestra nos dirigiremos hacia la Judería y Morería de Jaén para terminar nuestro viaje en los Baños Árabes que se encuentran en el Palacio de Villadompardo.

El Castillo de Santa Catalina


El castillo de Santa Catalina se alza sobre una alta peña de 820 metros de altura que domina, y a la que se ciñe, la ciudad de Jaén.

Esta fortaleza fue en sus orígenes un alcázar árabe construido durante el reinado del rey Alhamar. Después de la reconquista definitiva por San Fernando, en el año 1246, se levantó sobre la alcazaba mora una fortaleza cristiana con una iglesia consagrada a Santa Catalina, de la cual proviene el nombre de la fortaleza.

En el emplazamiento que ocupa se han ido sucediendo a lo largo de los siglos tres fortalezas: el Castillo Viejo, el Alcázar Nuevo y el de Abrehuy (estos dos últimos separados por una explanada que hoy ocupa el Parador). Las reformas del siglo XV, impulsadas por el Condestable Iranzo, los unieron en la práctica.

El Alcázar Nuevo fue mandado construir por Fernando III tras la conquista de la ciudad, pero fue durante los reinados de Alfonso X y posteriormente, en el siglo XVII, en el reinado de Fernando IV, cuando se intensificaron las obras.

La fortaleza sufrió a través de los siglos numerosas modificaciones y largas etapas de abandono que lo sumieron en la ruina que los franceses, en 1812, acabaron por consumar.

Durante la ocupación francesa, a principios del XIX, se realizaron varias reformas como la construcción de un hospital, las caballerizas, pabellones para el gobernador, un área de oficinas y una plataforma artillera.

A lo largo del XIX, debido a las escaramuzas de las Guerras Carlistas, se reconstruido por última vez.

La fortaleza, que ocupa unos 170 metros de longitud, estaba compuesta por tres fortificaciones diferentes, el Alcázar Viejo, Abrehuy y el Alcázar Nuevo. Sobre las dos primeras fortalezas se construyó el actual Parador Nacional de Turismo, por lo que el Alcázar Nuevo es casi lo único conservado.

El Alcázar Nuevo está formado por cinco torres además de la del Homenaje. A la fortaleza se accede a través de una puerta abocinada con arco ojiva. En el interior una gran explanada, dividida en patio inferior y superior, sirve de distribuidor a las distintas zonas.

En una de las torres albarranas está la capilla de Santa Catalina que alberga la imagen de la patrona de Jaén.
La torre de la Vela y la de las Damas, formaron parte de la antigua fortificación musulmana.

La torre de las Troneras, con puerta en codo, tiene en el interior una habitación abovedada, espacio dedicado al aseo y letrinas. Junto a esta torre hay un portillo o puerta secundaria.

La torre del Homenaje es una construcción de planta rectancular y grandes dimensiones, 40 metros de altura, con tres lóbregas salas cuadradas abovedadas apoyadas sobre una columna central. La torre del Homenaje se comunica a través de un arco con las ruinas que aún se conservan de la iglesia.

Posee también un hermoso Patio de Armas, bajo el que existen diversas estancias sin ventilación, y la reconstruida capilla donde recibe culto la Patrona de Jaén, Santa Catalina de Alejandría.

En 1907 fue adquirido por don Manuel Ruiz de Córdoba, que trató de restaurarlo, aunque no avanzó mucho. En 1948 pasó a manos del Ayuntamiento, que inició las reformas, y en 1965 se construyó el Parador, destruyendo buena parte de los restos originales.

Fue declarado Monumento Histórico-Artístico por un Decreto de 3 de junio de 1931. Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español. En el año 1993 la Junta de Andalucía otorgó un reconocimiento especial a los castillos de la Comunidad Autónoma de Andalucía.

En ese incomparable lugar en el que podemos ver Jaén a vista de pájaro se encuentra también el Parador Nacional de Turismo,  ubicada en esa portentosa edificación su interior mantiene la esencia del castillo donde destacan los impresionantes arcos cruzados a 20 m. de altura del salón principal, el comedor, de marcado carácter árabe, y las habitaciones confortables y acogedoras con magníficas panorámicas, cuenta con piscina y aunque sus precios son quizás algo elevados es un sitio de los más exclusivos para pasar la noche en la ciudad y poder disfrutar de la iluminación de la fortaleza y de todo el casco antiguo de la ciudad jienense desde las alturas.

Por último a la izquierda del castillo se encuentra La Cruz,  famosa si bien no por su valor intrínseco, sí por ser un perenne símbolo de la ciudad. Se dice que esta cruz monumental hace memoria a la que en aquel mismo lugar mandó colocar Fernando III el Santo tras arrebatar la fortaleza al rey Alhamar, otro excelente punto desde el que divisar la zona desde su impresionante mirador situado en el punto más elevado de la ciudad.

El Camarín de Jesús



Se ubica dentro de la iglesia. Se construyó entre 1687 y 1717, financiada a través de un legado realizado en Perú por el capitán Lucas Martínez de Frías en 1672.


Se trata de una pequeña capilla, situada perpendicularmente a la nave. Consta de dos espacios bien delimitados, el primero, de planta cuadrada cubierto con bóveda de media naranja sobre pechinas, coronada con linterna y decorado su intradós con molduras formando triángulos con acodo y pequeñas placas con decoración vegetal circundando el anillo de la linterna. En las pechinas muestra triángulos con acodo, decorados con ovas, flechas, husos y cuentas, temas que se repiten en el arco toral que da acceso al segundo espacio. Éste, de planta rectangular cubierto con bóveda de cañón y lunetos. Al fondo de esta estancia se abre en el muro un vano adintelado coronado por arco de medio punto que da entrada al Camarín y que alberga la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno en su retablo, así como los dos retablos latrales en los que se encuentran las imágenes de San Juan Apóstol y Santa Verónica, realizados, en 2009, por Manuel Guzmán Fernández en Sevilla.[21] Su interior se encuentra decorado con motivos barrocos y en los costados norte y sur quedan restos de amplios ventanales.


En el exterior, en la calle Camarín de Jesús, sobresale un cuerpo rectangular apoyado sobre una base moldurada doble, talón y toro, realizados en sillares de piedra.


En la planta baja de la capilla se encuentra la cripta en la que recibían sepultura los miembros fallecidos de la hermandad. Consta de tres amplias estancias con cubiertas abovedadas realizadas en piedra.









Como curiosidad escuchad el Himno del Abuelo a modo Jazz


La Catedral de Jaén





La catedral de Jaén es el símbolo y la expresión más plástica del esplendor por el que la diócesis de Jaén atravesó durante los ss. XVI-XVIII.

Conquistada Jaén en 1246, el obispo de Córdoba D. Gutierre consagró la mezquita mayor, la dedicó a la Asunción de la Virgen, y la convirtió así en el primer templo de la diócesis. El edificio musulmán pervivió hasta 1368, cuando el obispo D. Nicolás de Biedma derribó la mezquita e inició la construcción de una catedral gótica, dotada de cinco naves y claustro. No debió ser una obra sólida, pues a finales del s. XV D. Luis Osorio tuvo que derribarla y empezó a construir otra, en el mismo estilo arquitectónico. Para ayudar a la construcción, el prelado otorgó una serie de indulgencias y gracias, y el sínodo de 1492 ordenó la colocación de un cepillo en cada parroquia con el fin de recolectar donativos destinados a sufragar los gastos del nuevo templo. En 1500 tomó posesión del obispado de Jaén uno de los prelados que ha pasado a su historia como mecenas de las artes e impulsor de distintas edificaciones: D. Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, quien realizó importantes reformas en la fábrica de la catedral, aún en estilo gótico.

  En 1525 un peritaje del cimborrio determinó que amenazaba ruina y empezó a considerarse la posibilidad de construir un nuevo edificio, más sólido que el ya existente. Intervino entonces un personaje que fue decisivo para el inicio de una nueva etapa constructora: el cardenal Esteban Gabriel Merino, arzobispo de Bari y obispo de Jaén, residente en la curia romana. El purpurado logró obtener del papa Clemente VII el breve Salvatoris Domini (20 diciembre 1529) por el que el pontífice concedió una notable cantidad de indulgencias a quien contribuyera económicamente a la edificación de una nueva catedral, a la vez que autorizaba la constitución de una cofradía bajo la advocación del Santo Rostro, compuesta por 20.000 hombres e idéntico número de mujeres. Con los fondos recolectados se iniciaron las obras hacia 1551 según los planos del que fue el gran artífice del nuevo templo, Andrés de Vandelvira. La modernidad de la obra nueva residía en la desaparición de la girola gótica, con lo que se creaba una planta de tipo salón. El mayor mérito de la catedral radica en que durante los siglos que duró su construcción, el plano originario de Vandelvira fue continuado por los demás arquitectos, empezando por su discípulo Alonso Barba, aunque la decoración posteriormente se barroquizara. Las obras se suspendieron por las crisis económicas que sacudieron el final del reinado de Felipe II, a las que se añadió la falta de recursos económicos.

En 1634, el cardenal D. Baltasar de Moscoso y Sandoval, decidido a sacar las obras del proceso de paralización que habían sufrido, obtuvo de Urbano VIII un breve fechado el 8 de enero 1635, por el que la Santa Sede, previa autorización de Felipe IV, autorizaba la aplicación de dos mil ducados anuales de la mesa episcopal, mil quinientos de la mesa capitular y las rentas de los beneficios vacantes de toda la diócesis. Esta gracia, prorrogada sucesivamente, supuso en recursos económicos más de la duplicación de las rentas de la fábrica, lo que permitió la prosecución de las obras con un ritmo constante hasta su conclusión. El arquitecto Juan de Aranda Salazar concluyó el crucero y la cúpula, y así en 1660 se pudo consagrar el templo con unas espléndidas fiestas. Siguiendo el proceso constructivo, en 1688 se culminó la fachada como un gran retablo de órdenes gigantescos, según diseño de Eufrasio López de Rojas, con relieves de Pedro Roldán y una balaustrada de Blas Antonio Delgado. En el interior, el coro fue construido durante el primer tercio del siglo XVIII aprovechando la sillería del XVI. Su bóveda fue proyectada por José Gallego y Oviedo del Portal, discípulo de Churriguera (1726), quien también diseñó la arquitectura pétrea del mismo coro. A finales del XVIII se decoraron las capillas y fue erigido el tabernáculo y ostensorio del altar mayor, con esculturas de Juan Adán. A partir de 1764 se habían iniciado las obras del Sagrario, con diseño de Ventura Rodríguez; esta última fase de las obras fue consagrada en 1801, con lo que así quedó concluida la construcción del primer templo de la diócesis. 



El Santo Rostro

Todos nosotros, como dicen los Salmos, "buscamos el rostro del Señor". Juntos tratemos de conocer cada vez mejor el rostro del Señor y de encontrar en el rostro del Señor la fuerza de amor y de paz que nos muestra también el camino de nuestra vida
(Benedicto XVI)

A lo largo de los siglos, la tradición popular ha considerado siempre al Santo Rostro como uno de los pliegues del paño con que la mujer Verónica enjugó la faz de Cristo en su camino hacia el Calvario. Hasta nuestros días no ha llegado constancia documental cierta y verídica que aclara los orígenes de esta reliquia en Jaén. Diversos han sido los historiadores locales que recogieron y sistematizaron algunas tradiciones que circulaban sobre la llegada de este vestigio de la Pasión del Señor al Santo Reino. Para unos, habría sido traída desde Roma por S. Eufrasio, uno de los Siete Varones Apostólicos y obispo de Iliturgi, que es considerado como el primer prelado con que contó Jaén; esta hipótesis nos ha llegado aderezada literariamente con una inverosímil y legendaria narración, que fue ya objeto de crítica en el s. XVIII.


Los primeros datos ciertos de la presencia del Santo Rostro en Jaén se remontan al s. XIV. Muchos investigadores enlazan las primeras referencias al Santo Rostro con el pontificado de D. Nicolás de Biedma. Este prelado ocupó la sede de Jaén en dos períodos: 1368-1378 y 1381-1383. Podría haber sido D. Nicolás quien trajese a Jaén la Verónica, como es llamada la reliquia en los documentos de la época. Frente a esta posible presunción, existe un dato desconcertante: cuando D. Nicolás hace testamento, declara heredera universal de sus bienes a la fábrica de la catedral, que él había empezado a construir para sustituir a la mezquita convertida en primer templo, pero en el texto testamentario no hace referencia alguna a tan preciada reliquia, que siempre ha recibido la veneración de los fieles en la catedral. Sí hay constancia, sin embargo, de que la Verónica se guardaba en el sagrario de la iglesia mayor, y sólo era mostrada a los fieles en dos ocasiones: el Viernes Santo y el día de la Asunción, titular del primer templo diocesano, y con ella se bendecían los campos de Jaén desde los balcones de la catedral.


La ostensión de esta reliquia atraía a numerosos peregrinos en las dos ocasiones en que anualmente era expuesta. Estos devotos podían lucrar unas indulgencias episcopales, que fueron enriquecidas por las que otorgó Clemente VII, en 1529, mediante el breve Salvatoris Domini.


Para evitar los notables inconvenientes que se derivaban de la tumultuosa afluencia de fieles, que competían por besar y tocar la venerada reliquia, el obispo Don Rodrigo Marín Rubio costeó de su propio peculio, en 1731, un precioso relicario, realizado por el afamado orfebre cordobés, Francisco José Valderrama, que fue completado por el lazo de que la Duquesa de Montemar donó en 1823. Ese lazo, desaparecido en los aciagos días de agosto de 1936, fue sustituido por otro, al final de la Guerra Civil, cuando el Santo Rostro fue encontrado en un garage de las cercanías de París y devuelto a Jaén, en 1940. Ese lazo es una sugerente metáfora de la unión, de la vinculación del rostro de Cristo con el pueblo cristiano de Jaén, que nada ni nadie puede romper, porque en el semblante del Salvador que se custodia en ese armónico relicario renacentista que es nuestra Catedral, los hombres y mujeres de esta tierra, del Santo Reino, palpan, generación tras generación, la cercanía de la misericordia infinita de Dios.


El Lagarto de Jaén


La leyenda del lagarto de la Magdalena está muy arraigada en Jaén, hasta el punto de convertirse en uno de los símbolos de la ciudad.

La influencia de la leyenda del lagarto de la Malena (o Magdalena) se refleja en las festividades, cabalgatas y festivales musicales ("Lagarto Rock"). En la cultura jiennense se dice que la propia estructura de la capital del Santo Reino, "enroscada en torno al cerro de Santa Catalina", recuerda a la fisonomía del legendario lagarto o dragón.
La leyenda

La primera referencia escrita del mito data de 1628. En una cueva junto a la fuente de la Magdalena apareció un lagarto de gigantescas dimensiones. El reptil devoraba a los que iban a por agua al manantial y provocó el terror entre los jiennenses. Esta primera parte de la leyenda se diversifica en distintas versiones diferentes sobre la muerte del lagarto:

El pastor y la piel de oveja. El hombre, cansado de que el lagarto se comiera su ganado, tuvo una idea para acabar con el lagarto. Cogió a una de sus ovejas y la mató, sacándole parte de la carne y rellenandola con pólvora. El reptil, al oler la sangre del cordero, lo devoró y murió al ser abrasado por dentro.

El preso y los panes. Un preso condenado a muerte solicitó que le indultaran, a cambio de matar al lagarto. Dado el pánico de los vecinos ante el mosntruo se le concedió la oportunidad de intentarlo. Para ello, pidió un caballo, unos panes calientes y un saco de pólvora. Al caer la noche, el preso se dirigió a la cueva y fue dejando una hilera de panes. El animal se despertó y se los fue comiendo tras el hombre, que no paraba de lanzar panes mientras huía a caballo. Al llegar a la plaza de San Ildefonso, en lugar de un pan le lanzó el saco de pólvora, que el animal devoró del mismo modo e, instantáneamente, el lagarto explotó. Según expertos en la leyenda como, Alfredo Cazabán y Juan Eslava Galán, esta versión es la más realista de las tres, puesto que en la Iglesia de San Ildefonso durante mucho tiempo se expuso una piel de reptil, seguramente de un caimán, sobre la que más tarde se pintó un retrato.

El caballero y los espejos. Los jiennense acudieron a un guerrero, el cual llegó con una armadura de espejos; al acercarse al animal, los rayos solares reflejados en los cristales cegaron al lagarto. El caballero aprovechó ese momento para acabar con el lagarto. Esta versión recuerda a la leyenda del dragón del Patriarca, y es la menos arraigada en Jaén.

Interpretación histórica de la leyenda

Se mantiene la creencia de que la leyenda podría tener cierta base histórica real, siempre sin perder de vista la tradición popular y lo inverosímil que supone la fundamentación de la propia leyenda.

Se dice que en uno de los viajes de Cristobal Colón a América, viajaba un jiennense como carpintero de una de las carabelas. Al llegar al Nuevo Mundo, le sorprendió un lagarto algo más grande que los que conocía del viejo continente, por lo que decidió llevárselo.

Al llegar a Jaén, el animal comenzó a aumentar su tamaño de manera alarmante y el carpintero no paraba de buscarle comida para mantenerlo saciado. El hombre desconocia que el reptil que se trajo de América era, realmente, una cría de caimán.

A medida que pasaba el tiempo el animal necesitaba cada vez más carne, por lo que el hombre decidió soltarlo a su suerte, provocando el ya conocido pánico entre los vecinos de Jaén.

Esta versión concuerda con la piel de caimán expuesta en la Iglesia de San Ildelfonso, aunque sigue resultando bastante "fantástico" el halo misterioso que envuelve a la leyenda y su posible fundamentación histórica.

Eslava Galán observa que muchos manantiales están dedicados a la Magdalena tanto en la Península Ibérica como en el sur de Francia, región donde, según una de las leyendas del grial, desembarcaron en el siglo I María Magdalena y José de Arimatea.

Los paralelismos con Jaén abundan, y alcanzan su máximo exponente en la localidad francesa de Rennes-le-Château, núcleo moderno de Rennes-les-Bains, que cuenta también con manantial y una iglesia de la Magdalena y cuyo nombre de origen celta podría significar "serpiente corredora" (aer red).
Emblema de la identidad jiennense

La repercusión y el arraigo de "La leyenda del Lagarto de la Magdalena de Jaén" traspasó las fronteras de la ciudad del Santo Reino hasta el punto de convertirse en uno uno de los diez tesoros que conforman el Patrimonio Cultural Inmaterial de España, junto con el Carnaval de Cádiz, la Semana Grande de Bilbao, etc. Trás dicha designación, el 2 de julio pasó a ser el dia de conmemoración de la leyenda del lagarto de la Malena.

La identificación de la figura del dragón o lagarto en la capital también se extiende a elementos tales como el escudo de la Catedral de Jaén, en el que aparece sometido a los pies de la Virgen y sobre un recinto amurallado que simboliza la ciudad.

El propio equipo de futbol de la capital jiennense lleva "un lagarto" en sus camisetas, como representación de la leyenda y también es, sobradamente, conocida la denominación de los jiennenses como "lagartos". Hasta en las propias expresiones de la jerga jiennense aparece frecuentemente "reventar como el lagarto de Jaén".

La interacción del mito con la naturaleza y su historia así como la enorme influencia y legado a las comunidades y los grupos, el sentimiento de identidad y de continuidad histórica y popular, convierten a la Leyenda del Lagarto de Jaén en uno de los estandartes de la cultura y la personalidad de los jiennenses.







Los Baños Árabes




Los Baños Árabes de la ciudad de Jaén, conocidos como Baño del Niño (en árabe, Hamman al-Walad) están ubicados en los sótanos del Palacio de Villardompardo. Cuentan con una extensión de 450 metros cuadrados, lo que los convierte probablemente en los más grandes de España, son visitados por más de 55.000 personas al año.


Fueron construidos en el siglo XI, en 1002, aprovechando los restos de una casa o baño romano con pórtico.


Posiblemente reformados en el siglo XII, debido a la presencia de restos de decoración almohade que se conservan en algunas de sus salas.


Tras la conquista de la ciudad en 1246 por Fernando III, El Santo, se siguieron utilizando durante los primeros años de dominio cristiano. Entre los siglos XIV y XV desaparece su función como baño al establecer los cristianos en sus salas unas tenerías, cuyos restos permanecen aún en las Salas Templada y Caliente. Y acabaron llenos de escombros para servir de cimiento al actual Palacio.


A finales del siglo XVI Don Fernando de Torres y Portugal, I Conde de Villardompardo y VII Virrey del Perú, edificó su Palacio sobre los Baños, quedando estos enterrados y ocultos entre los cimientos y sótanos durante los siglos XVIII y XIX, lo que resultó esencial para su mantenimiento.


A principios del siglo XX, el Palacio pasa a formar parte del patrimonio inmobiliario de la Diputación Provincial de Jaén, que, entre 1901 y 1903, libera el espacio para construir una Capilla para el Hospicio de Mujeres. En 1913, se descubrieron parte de los Baños durante la realización del Catálogo Monumental de Jaén. Cuatro años más tarde los arqueólogos proponen que el edificio se declarase Monumento Nacional, hecho que se produjo en 1931, adjudicándose con el número de Registro General 528.


En 1936, comienzan las obras de restauración bajo la dirección de los arquitectos Leopoldo Torres Balbás y Luís Berges Martínez. Estas obras se verieron interrumpidas por el comienzo de la Guerra Civil. En 1970, la Dirección General de Bellas Artes retoma la restauración del edificio encargándosela al arquitecto don Luís Berges Roldán, hijo del anterior, completándose en 1984. La Asociación Europa Nostra otorgó la Medalla de Honor de ese año a la restauración de los Baños Árabes.


En el año 2008, sirven como escenario en la película La conjura de El Escorial del director Antonio del Real.

En el mundo islámico el aseo del cuerpo es una obligación religiosa que todo musulmán debe hacer antes de cada una de las cinco oraciones cotidianas. Dado que todos los ciudadanos no podían permitirse tener un baño o Abzan en su casa se crean los baños públicos o Hammam.